Lectoescritura 7°: Secciones 3, 4 y 5

 CUENTOS DE NAVIDAD

INTRODUCCIÓN

Una de las anécdotas favoritas de los biógrafos de Dickens es la que recogió por primera vez Theodore Watts-Dunton, después de oír el 9 de junio de 1870 que una niña de un puesto ambulante preguntaba: «¿Dickens ha muerto? Entonces, ¿Papá Noel también morirá?». Esta asociación entre el escritor y la Navidad, profundamente arraigada en la cultura anglosajona, nació cuando él todavía era joven, poco menos de un mes después de cumplir los treinta y dos años, aunque ya había ascendido hasta convertirse en el novelista predilecto de Inglaterra. Todo empezó a finales de diciembre de 1836 con «Un bienhumorado capítulo navideño», la décima entrega de Los papeles póstumos del Club Pickwick, pero el «éxito prodigioso», en palabras de Dickens («el mayor, creo, que he conseguido nunca»), le llegó con su primer «libro de Navidad»: «Canción de Navidad. En prosa. Cuento navideño de espectros». Publicado por primera vez el 17 de diciembre de 1843, consiguió vender más de cinco mil ejemplares antes de Nochebuena, y sus editores, Chapman & Hall, planeaban ya la primera de muchas reimpresiones. Después de ese glorioso debut, «Canción de Navidad» nunca se ha dejado de reimprimir, acostumbra a estar disponible en varias ediciones diferentes y se ha convertido en un elemento más de la Navidad angloamericana, junto con el acebo, el muérdago, los árboles de Navidad y los Christmas crackers. El gran impacto que ha causado esta narración en los últimos ciento sesenta años no se ha producido sólo a través del papel; en Lives and Times of Ebenezer Scrooge, Paul David nos ofrece una visión global y esclarecedora de la compleja historia de esta obra, a la que se refiere como «texto cultural», y analiza el sinfín de modificaciones y cambios a que se ha visto sometido el original de Dickens en las numerosas adaptaciones teatrales y cinematográficas británicas y estadounidenses que han proliferado a lo largo de los años, cada una con sus particularidades, que en efecto responden a la evolución de las condiciones y las aspiraciones sociales de ambos lados del Atlántico.

Lo que Philip Collins ha descrito como el «estatus institucional» de «Canción de Navidad» ayuda a mantener la creencia popular de que Dickens es poco menos que el creador de la Navidad inglesa. Es cierto que tuvo una influencia extraordinaria, principalmente como resultado de la tremenda y perenne popularidad de «Canción de Navidad», pues impulsó la incipiente recuperación de las celebraciones navideñas tradicionales de Gran Bretaña durante los años treinta y cuarenta del siglo XIX. Este impulso supuso que el concepto cristiano de caridad cobrara una importancia capital. El editorial del Pictorical Times del 23 de diciembre de 1843 (titulado «The Merriest Christmas to All») demuestra que Dickens no era el único en concederle tanta importancia:

En esta época alegre de comidas y caras sonrientes, conviene, a los que tienen el honor de disfrutar plenamente de este júbilo, pensar en los pobres, en los pobres que, sin nuestra ayuda, no podrían encontrar regocijo. Mientras el fuego arde en nuestro hogar, y la mesa está generosamente dispuesta, dediquemos un pensamiento a los pobres en sus frías chozas con la mesa vacía, y a los que son todavía más miserables, en los sin techo que vagan por las calles.

Lee el siguiente texto y realiza la actividad propuesta:

Cuento de Navidad. Charles Dickens


ESTROFA 1. EL FANTASMA DE MARLEY

Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.

¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.

¿Sabía Scrooge que Marley estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.

La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, «Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.

¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.

ACTIVIDAD

Después de leer la estrofa 1 del Fantasma de Marley del autor Charles Dickens, realiza las siguientes actividades:

1. Enviar un audio a mi correo leyendo el fragmento, de manera correcta.

2. Escribir en su cuaderno doble raya una página de lo que comprendieron sobre la estrofa 1.

3. En qué párrafo del texto se hace una descripción de las características psicológicas del personaje principal de este cuento:
A. En el párrafo 2.
B. En el párrafo 4.
C. En el párrafo 6.

4. ¿Cuál de las siguientes opciones corresponde a un personaje secundario?
A. Marley.
B. Scrooge.
C. El Clérigo.

5. Teniendo en cuenta el contexto del párrafo 1, un sinónimo de solvencia es:
A. Disolución.
B. Seriedad.
C. Compromiso.

6. La referencia de la obra de Hamlet tiene la función de:
A. Demostrar la presencia de los fantasmas en las obras literarias.
B. Demostrar una similitud entre las dos obras literarias.
C. Reforzar la importancia que la muerte de Marley tiene para el desarrollo de la historia.

Descarga toda la información anterior en el siguiente enlace:


Enviar el trabajo al siguiente correo: alida.inem@gmail.com

Nota importante: Su correo debe estar identificado con nombre y apellido, fecha, grado

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